Todo lo juzgamos, todo lo etiquetamos, es bueno o es malo, y en ese momento nos preocupa o nos tranquiliza según nuestro punto de vista. Por tanto, nuestras percepciones dirigen nuestras decisiones. Nuestras conclusiones nos distraen. Hacemos instrospección no sólo para juzgar la situación sino también para juzgarnos a nosotros mismos. En cambio, cuando quieren incrementar su conciencia los artistas de las artes marciales, científicos e incluso religiosos contemplativos de todo el mundo practican la observación sin precipitarse en extraer conclusiones.
El libro de los cinco anillos, un texto clásico oriental dice: «Observación y percepción son cosas separadas; el ojo que observa es más fuerte, el que percibe más débil. Una especialidad de las artes marciales es ver cerca lo que está lejos y ver lejos lo que está cerca». En definitiva, es más importante enseñar a observar lo que vemos, sentimos, oímos u olemos sin percibirlo como bueno o malo. A los iniciados en estas tradiciones se les enseña a permanecer en el presente de manera que puedan obtener más información y responder.
En una batalla real, este tipo de observación concentrada puede incrementar mis posibilidades de supervivencia. Si se dirige una espada hacía mi cara no es momento de decir: «¿Es bueno o malo?, no se me da bien esto o recuerdo una vez». Cuando se acerca la espada, le hago frente. Si me embisten, respondo. No juzgo la situación, ni la actuación mía ni de nadie. Ya habrá tiempo para eso más adelante.

Cuando cultivamos la mirada observadora abrimos nuestra mente a nueva información. Cuando lucho con un adversario o bien una adversidad (problema) practico la observación anotando todo lo que puedo acerca de esa situación. ¿Qué veo? ¿Qué siento? Me limito a escribir. Sin juzgar, únicamente a reunir información. ¿Qué observo en esta adversidad o situación? Si es una persona: ¿Que cree mi adversario? Así lo explica John Ratey (profesor clínico de psiquiatría de Harvard): «El incremento de la práctica de observación se traduce en incremento del córtex. La práctica renueva el cerebro.»
Sin embargo, suposiciones y expectativas son palabras mal vistas en muchos círculos. Abrigar expectativas equivale a exponerse a decepciones permanentes. Las suposiciones gobiernan nuestros actos, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Imagina que ves a una persona que conoces sentada en el vestíbulo del aeropuerto rodeada de paquetes y un bastón. Recuerdas que una vez te contaron que dicha persona tenía una pierna más corta que la otra y rápidamente supones que el problema se ha agravado. Cuando te acercas a preguntarle por su estado de salud suponiendo que esta mal, ella te dice que va a clases de pintura donde van a colgar un montón de bastones para pintar.
Las suposiciones son herramientas necesarias para la supervivencia, dado que sirven de atajos a la hora de tomar decisiones. Pero también, nos llevan a sacar conclusiones precipitadas. Percepciones del tipo «es idiota» o «no entiende la situación» nos impiden reunir información relevante y nos ofuscan la mente con opiniones. David Bohm -físico estadounidense- en sus estudios sobre el dialogo efectivo, propone que suspendamos nuestras suposiciones: «Las suposiciones surgen… la respuesta natural puede ser enfadarse, ponerse nervioso o cualquier otra reacción. Pero supongamos que se suspenden. Y que ni siquiera se llega a saber que se efectúan suposiciones… Esa suspensión forma parte de la observación. Hasta familiarizarse con cómo funciona el pensamiento.»
Nuestro cerebro no es infinito. Se queda sin sitio como si se quedara sin gasolina. Si el cerebro está ocupado en filtrar ruidos o preocupaciones incómodas y frustrantes, le queda menos materia gris para dedicarse a percibir. Para cultivar la mirada observadora necesitamos aprender a no pasar de la percepción a extraer conclusiones precipitadas. Consiste en ejercitar la paciencia, limitarse a observar y hacerse preguntas. Se puede empezar por elegir un momento al día y anotar todo lo que se observe. Como si fueras un científico observando un importante experimento, un experimento verdaderamente valioso que es tu propia vida. Cuando estás pendiente del móvil, de whatsapp, de mensajes continuos te estas perdiendo el ahora y el poder de observar.
Como siempre me despido con un vídeo. Qué importante es la confianza en el ser humano, qué importante es verse bien, la imagen, la primera impresión. Muchos estudios sociales nos demuestran que actuamos de distinta manera según percibimos a las personas durante los primeros segundos. Es un hecho, no digo que esté bien o mal. La sociedad esta montada así, la gente se forja una imagen de ti según tu ropa, tus zapatos, tu aspecto…; sin entrar en demagogias. Por eso es tan importante cuidarla, porque vivimos en sociedad. En este vídeo vemos como un vagabundo americano es objeto de una transformación que obra milagros. Espero que te guste.
Vídeo: Un vagabundo y su transformación.
Duración: 2 minutos.
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